«La ciudad no contaba, casi a finales del siglo XVIII, con una instalación porturaria mínima»
Las Palmas de Gran Canaria, la vieja ciudad que entonces tenía aún sus límites entre las murallas norte y sur, vivió el 30 de mayo de 1811 una jornada solemne y vibrante con la colocación de la primera piedra del que sería conocido como «Muelle de Las Palmas», tal como lo recuerda en la actualidad una pequeña calle junto al Parque de San Telmo y el monumento inaugurado el pasado 31 de mayo de 2011 por la Autoridad Portuaria, el Alcalde, la Armada Española y la Real Sociedad Económica de Amigos del País, justo donde arrancaba aquel primer muelle grancanario, pionero del gran Puerto de La Luz que tanto progreso ha traído a la isla.
Sin embargo, varios siglos habían transcurrido desde su fundación y muchas habían sido las ocasiones y circunstancias en las que se reafirmaba su carácter de puente ineludible y más que idóneo en las rutas atlánticas, y aún Las Palmas de Gran Canaria no contaba, casi a finales del siglo XVIII, con una instalación portuaria mínima que favoreciera el tránsito de buques y facilitara las operaciones de carga y descarga de mercancías y tránsito de pasajeros. Algo que entonces preocupaba mucho en esta capital, tal como lo recogió el Síndico Personero, Pedro Rusell, que en agosto de 1785 lo reivindica ante el Cabildo que presidía el corregidor Eguiluz, y a organizaciones como la Real Sociedad Económica de Amigos del País, que pusieron todo su empeño en reclamar ante la Corona la construcción de una instalación portuaria acorde al carácter naval y transoceánico que ya señalaba a Gran Canaria.
Por encargo de la Corona, en 1785 el Capitán de la Real Armada Domingo de Nava Grimón y Porlier, hermano del lagunero Marqués de Villanueva del Prado, redactó un proyecto para la construcción de un puerto en la bahía de Las Isletas, pero fue rechazado por no darse aún las circunstancias propicias para la que sería un siglo más tarde la gran solución portuaria de esta isla. Poco después, en 1789, el ingeniero naval y entonces capitán de fragata de la Armada, socio de la Real Sociedad Económica, Rafael Clavijo y Socas, trazó el primer proyecto para el Muelle de Las Palmas, junto al desaparecido «Castillo de Santa Ana», en la caleta de San Telmo. Diversos avatares no permitieron que este proyecto se ejecutara hasta 1811, cuando el 30 de mayo, festividad de San Fernando, en recuerdo del Rey Fernando VII, que simbolizaba las aspiraciones de derrota del invasor francés y la recuperación de la independencia de España en aquellos días, se colocó su primera piedra en acto presidido en San Telmo por el Obispo Verdugó y Albiturría, que aportó junto con el Cabildo Catedral unas cantidades muy significativas, el Comandante General de Canarias, Duque del Parque, y el propio Clavijo y Socas, que ya era Jefe de Escuadra de la Armada.
ABC se ocupó entre 1900 y 1969, en muy diversas ocasiones de este viejo muelle, ya de muy escasa actividad en el siglo XX, que desapareció definitivamente en la década de los años sesenta de la pasada centuria, cuando la ciudad, a la que este malecón confirió una imagen urbana muy característica a lo largo de los siglos XIX y XX, ya buscaba nuevos trazados y ampliaciones que cambiarían por completo su configuración y la llevaría a ser la gran ciudad cosmopolita que es hoy. Es el caso, que recoge ABC en su edición del 23 de junio de 1961, de la construcción de «nuevas viviendas», «…dos nuevos polígonos , que cambiarán la fisonomía de la ciudad…», según un proyecto del Gobernador Civil de entonces «…uno de ellos se realizará en la barriada de San Cristóbal, con capacidad para unas seis mil viviendas de tipo residencial, sobre un solar de sesenta hectáreas…», «…el otro polígono, que llevará el nombre de Cruz de Piedra, permitirá la construcción de cinco mil viviendas de tipo social, en un solar de treinta hectáreas…», y concluía entonces la información, cuando la ciudad también cifraba ya sus esperanzas de progreso en el sector turístico, que «…el polígono de San Cristóbal ofrece ilimitadas perspectivas turísticas porque se sitúa junto a la playa allí existente, y se prevé, además, la construcción de piscinas y centros deportivos y sociales propios del turismo internacional…»; no llegó nunca a ser el barrio de San Cristóbal, al igual que la colindante Vega de San José, centro turístico, pero si que se vio abocado a partir de aquellos años a un enorme desarrollo urbano que lo trasformaría total y radicalmente.
También fue protagonista este viejo muelle en la información gráfica que, a toda plana, ofreció ABC el 4 de octubre de 1930, a propósito del monumento a Peréz Galdós, obra del escultor Victorio Macho, que se instaló en el mismo, con imágenes del público que lo abarrotaba en la ceremonia inaugural, así como de los sobrinos del escritor que asistieron a este acto. Galdós, un muelle y la mar como camino de universalidad, culminaron la presencia y la existencia del Muelle de Las Palmas en la memoria insular.